Para aprender un idioma primero tenemos que vencer el miedo a hablarlo. No importa cuánto estudiemos, si no nos sentimos cómodos hablándolo, no lo haremos y eventualmente no habrá progreso.
Eso fue algo que entendí después de haber gastado años en el colegio estudiando inglés y cursos privados los sábados de refuerzo… fue en Londres donde tenía que hablarlo pero había un problema, me daba una pena enorme!. ¿Pero por qué si lo había estudiado tanto y en mi cerebro todo tenía sentido? ¿Qué me evitaba practicarlo?
Un momento incómodo
Para poder superar ese miedo, tenemos que entender la razón la inseguridad. Una cosa clave es recordar una situación que nos haya traído incomodidad. Yo tuve dos experiencias… La primera, fue a los 14 años cuando fui a Estados Unidos a visitar familia y me dio por practicar lo poco que sabía de inglés en el supermercado.
Al pagar las compras, yo pensaba que sería fácil responder a un simple “son $50 dólares”… pero no me esperaba otra frase que no pudiese entender, como eventualmente pasó. Con mi cara de perdido, la cajera desesperadamente me miró e impacientemente me dijo “ac never mind” (aa! no importa) y me dio el recibo como si fuera un bicho raro.
Fue algo que me marco… me sentí incapaz.
Recordar la situación que nos trajo incomodidad nos permite darnos cuenta que lo ocurrido pasó en una edad temprana donde tendemos a ser más sensibles o estábamos en un estado de vulnerabilidad y no porque en realidad seamos incapaces. Después de todo, no podemos esperar correr sin saber caminar.
Y es por eso que la mayoría de nuestros miedos se generan cuando somos más jóvenes, porque no entendemos el funcionamiento de la mayoría de las cosas… como por ejemplo, una muy importante, que para aprender está bien equivocarse.
Y es que ¿a quien le gusta equivocarse?… pero indudablemente es parte de la curva de aprendizaje. Lo mejor que podemos hacer es aceptar el error y mirar cómo mejorar sin caer en la depresión o trauma, porque son esos malos pensamientos los que no nos permiten avanzar… creer que no somos capaces y compararnos con los demás.
De esta forma, los que hemos tenido problemas con los idiomas muy seguramente tuvimos a nuestros compañeros de clase en el colegio riéndose cuando hablábamos; profesores impacientes que nos hacían sentir lentos aun cuando la velocidad y la forma con la que cada uno aprende es diferente; o simplemente un momento de intimidación frente a personas con mayor conocimiento en el idioma.
¿Cuál fue tu caso? ¿Qué momento fue el que te marco?
A los 17 tuve mi segunda mala experiencia que fue más incómoda.
Me había unido a AIESEC en Bogotá con el ánimo de incrementar mi contacto con extranjeros y mejorar mi inglés.
Un día nos tocó explicar en inglés alrededor de un círculo nuestras opiniones acerca de los problemas sociales y económicos de esos tiempos. Cuando me tocó mi turno no solo me sonrojé sino que también se me salieron las lágrimas de la pena y, claro, no pude decir nada con sentido.
Podría pensar que esta última situación fue en gran parte causa de mi primera mala experiencia (tal vez trauma). Y así como esa primera mala experiencia me había motivado a ser parte de la organización estudiantil para practicar más el idioma, la segunda mala experiencia fue la determinante para decidirme enfrentar mis miedos e irme a Londres a hablarlo!
La revelación
De esta forma volvemos al inicio… Estaba en Londres tratando de domar a la bestia. Tenía el conocimiento pero no la confianza para hablarlo, estaba bloqueado mentalmente y yo mismo no me permitía mejorar.
No fue sino hasta que una Nazgul, una compañera de mi clase me dijo “habla más fuerte!”. Estábamos en un bus, y nos dirigíamos a celebrar un cumpleaños junto a otros compañeros de la clase de inglés.
Yo le respondí que me daba pena, pues no quería que la gente de al lado escuchase como sonaba. Ella, que lo hablaba muy bien, me miró francamente y me dijo “No te deberias preocupar por eso, la mayoría de los que está en este bus no son ingleses, y aún si lo son, todos alguna vez tuvieron que aprender a hablar ese idioma”.
Eso fue como si me hubiera bañado con agua bendita… ¿recuerdan la película de ‘sin límites’ cuando se toma la pastilla que lo hace más inteligente? Bueno, algo así fue lo que sentí.
Ese fue el momento clave que me facilitó sacar provecho de mi estancia en Londres. Decidí que iba a actuar y empecé a practicarlo con más seguridad en cada situación que se me presentaba.
- Vivía con una africana que ya había recibido a otros como yo, su paciencia y la forma clara de hablar me motivaba. “no soy tan malo, entiendo entiendo!!” pensaba
- Trabajar como bicitaxista: simplemente si no hablaba los demás tomarían a los clientes y yo no tendría para el día a día.
- Rodearme de no hispanohablantes, gente que como yo estaban aprendiendo el idioma y/o que lo hablaban mejor para poder aprender de ellos.
Tener una visión balanceada de la realidad
Eso era de lo que mi compañera de origen kazako me estaba hablando en el bus y eso fue lo que me ayudo a soltarme más. A partir de ese momento entendí que no todos se le miden a aprender otro idioma y que así como hay gente impaciente, también hay gente muy paciente y feliz de ser tu amigo así no lo hables perfecto…. Yo hasta me ennovié con una sur coreana por un largo tiempo aun sin ser un profesional en inglés.
Ahora, 6 años después, comprendo más que eso de tener una visión balanceada de la realidad es entender que el que me está escuchando también pasó por las mismas. Que él al igual que yo, se equivocó y se equivocará las veces que trate de aprender algo nuevo por es la única forma de que lo aprenda.
Visión balanceada es también interiorizar que las situaciones donde la gente nos hizo sentir mal, ofendido y/o incapaces fue muy seguramente un momento en el que esa persona no quiso hacerlo, tal vez tuvo algún mal día y su mala actitud te la expresó a ti y no por el mero hecho de que están contra ti y te crean incapaz de aprender otro idioma.
Una vez entendemos esto, es que nos llenamos de confianza y decimos lo que nos da la gana. Sabemos que intentándolo es la única forma de aprender… dejamos el temor atrás.
Reflexiones finales:
La confianza como digas las cosas hace que el receptor del mensaje contextualice lo que estás diciendo y aún así digas la palabra equivocada o en el orden incorrecto, él le dará el sentido que tu estas proyectando. Por el contrario, si no estás seguro de lo que dices mucho menos el que te escucha.
Una vez te hayas llenado de confianza, empieza a practicar la entonación, copia lo que escuchas, así tendrás más herramientas para hacerte entender. Porque como lo escuché una vez, ‘los idiomas son pura actuación’ así que observa y actúa 😉
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