Hace unas semanas estuve en el reencuentro de egresados de la universidad, donde un conferencista invitado nos habló por aproximadamente 2 horas acerca de “sacar el emprendedor que llevamos dentro”.
Como cualquier otra charla parecida, su presentación estuvo acompañada por imágenes de águilas volando y deportistas saltando de montañas en sus paracaídas. Había una música en el fondo, como cuando en las películas el héroe está a punto de ganar la batalla.
“Si ustedes toman la decisión, saltan al vacío y aplican estos pasos, lo van a lograr, el cielo es el límite. No hay nada que ustedes no puedan lograr” dijo.
“Nosotros vinimos acá fue para hacer cosas grandes, no para hacer parte del montón. Es una decisión propia nuestra si queremos dejar una huella en este mundo o si queremos pasar desapercibidos” continuaba. Al público se le dibujaba una sonrisa y acentuaba con la cabeza.
Acompañaba la historia de su vida con anécdotas cortas de figuras occidentales como Martin Luther King, Steve Jobs, Beethoven, Albert Einstein, Richard Branson, Michael Jordan y Disney.
Los casos que escuché 10 años atrás y que se mencionan en conferencias trilladas de superación personal con un toque de espíritu empresarial multinivel tipo Herbalife y Amway (sí, también tuve conocidos despiadados me querían reclutar).
Yo no me podía hallar en la silla ante la falta de contexto de esta charla que nos invitaba a emprender, a ser grandes y “exitosos”.
Y lo coloco entre comillas porque la definición de éxito es diferente para cada quién, a pesar de la imagen generalizada que se nos promociona, educa y exige 24/7.
Sí, vinimos a hacer cosas grandes pero no necesariamente esto significa ser gerentes de multinacionales, líderes políticos, figuras de televisión y entretenimiento. Y este es el problema con este tipo de charlas, que en el largo plazo pueden volverse contraproducentes porque han alimentado un ideal poco aterrizado a lo que la persona quiere y/o cree deber hacer para conseguirlo.
Sin lugar a dudas es más fácil querer algo que los demás alrededor nuestro también desean, y no hacerse las preguntas difíciles como: “¿qué quiero?”, “¿en qué soy bueno?”, “¿qué esfuerzo debo hacer para sopesar mis debilidades y alcanzar lo que deseo?” etc.
Claro, lo ideal es que tuviéramos más discursos pro autoconocimiento y aceptación pero estos no se alinean con los modelos económicos, políticos y sociales de crecimiento que nos rigen. Por eso, esta es más una invitación a discernir en mayor medida la información que se nos presenta, a cuestionarnos y escoger más conscientemente hacia dónde dirigirnos.
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Hay que conseguir pequeños éxitos que poco a poco a te lleven a un objetivo mayor, el que tú elijas.
Lo que pasa que a menudo nos incitan o nos motivan a ser los nuevos Steve Jobs, Bill Gates, Ford, Messi. Estos «extraterrestres» nos lo brinda la humanidad de vez en cuando en la historia… pero son 1 de 100 millones.
Y al ser el referente o el objetivo tan inmenso para nosotros, nos desmotivamos y volvemos a la mediocridad.
Pienso que hay que soñar en grande, pero sueños acordes a nosotros y alcanzables mediante mini-objetivos y en continua revisión y retoque.
Saludos David desde cph!
Gracias Enrique, los mini-objetivos son vitales para alcanzar ese gran objetivo que nos propongamos. Y para trazarlos el autoconocimiento es necesario, o sino llegamos a esa meta que nos habíamos propuesto y decimos «¿Porqué escogí esto si no es lo mio?»… como dices, la revisión continua tambien ayuda…a la larga lo importante es que nos demos cuenta de eso:si vamos o no por «buen» camino (de acuerdo a lo que queremos) y si no, pues corregir lo que se deba corregir.
Un abrazo hermano!
Hola David!
Te cuento que a mi me paso un par de veces.
Yo nunca había nisiquiera imaginado ser médico, pero en el cole mis notas eran buenas y como yo no sabía que quería estudiar me dejé aconsejar de mis profesores y amigos.
De pronto, las palabras de un profesor se trasnformaron en el coro repetitivo de todos mis profesores y amigos… «Vas a ser un buen doctor, anda que tu tienes lo necesario»
Y antes de que me diera cuenta ya me había convencido de que la medicina era lo mio, me había abierto paso hacia la facultad de medicina, había aprobado los exámenes y me había procurado estar entre los primeros de mi grupo. Aparentemente si que era bueno para ello…
Pero no tardé en darme cuenta tras el primer año que había un motivo por el que yo no había considerado la medicina anteriormente…. yo amaba las ciencias, y por eso el estudio no me resultaba pesado, pero la filosofía y estilo de vida del médico estaba totalmente en contra de mis valores.
Yo como buen humanista iba con la idea de salvar el mundo, y como en el video me repetia a mi mismo «voy a ayudarlos a todos» «voy a curarlos a todos»…. pero para ser medico hay que ser científico, ver al paciente como un objeto de estudio, un problema por resolver.. y cualquier sentimentalismo solo pone al paciente y tu propia integridad mental en peligro…
Así me descubrí invirtiendo todo mi tiempo y energía en algo que no era para mi, pronto la motivación desapareció, me llene de frustración y termine dejando la carrera para irme de voluntario viajando por mi país haciendo reiki y sanación cuántica.
Así que estoy de acuerdo totalmetne. A veces ser bueno en la cosa equivocada o estar muy motivado para hacer lo que no está acorde con nuestros valores nos lleva directamente a la frustración.
Hay que discernir y autoconocerse para aplicar el discurso de la motivación en el area correcta, y no autoengañarse. No todo el mundo quiere ser doctor, y no todo el mundo quiere ser millonario.
Excelente artículo!
Saludos
Gracias Salvador. Que historia de vida brother! Toda la buena energia para tus proyectos actuales. Va a tocar que nos cuentes más de ese viaje revelador como voluntario.
Saludos!