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no sé quien soy

Michelle es una manizaleña que se mudó a Dinamarca a los 16 años, donde residió por 6 años  y luego se mudó a Londres, donde vivió por otros 3 más.

Ella es una de las tantas colombianas que desde pequeña tuvo la meta de salir del país en busca de mejores oportunidades y enfrentaría un montón de obstáculos para lograrlo.

¿Qué tanto le puede cambiar a uno la vida el vivir en otro país? y ¿Por qué los que emigran tan jóvenes a otros países son propensos a una crisis de identidad?

Le  hice una entrevista para entender cómo lo superó y esto fue lo que me contó (transcripción de sus respuestas):


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De Colombia a Dinamarca: en busca de mejores oportunidades

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Michelle – bailarina.

Yo me quería ir. En el fondo sabía que mi vida no estaba en Colombia.

Desde niña quería viajar porque soñaba con ser cantante y bailar… quería recorrer el mundo de esta manera. Mis sueños eran tan grandes que sabía que si me quedaba en Manizales, nada iba a pasar.

A mis 16 años, irme a Dinamarca era la oportunidad pero nunca lo asimilé como algo que fuera a cambiar mi vida totalmente.

Desde que llegué pasaron 8 meses hasta que obtuve la residencia. Fue tiempo de soledad y de frustración porque cuando hablaba con mis amigos me decían ´que la fiesta, que conocí a tal persona’ y yo encerrada en una casa.

Me sentía estancada. Mis amigos ya se habían graduado y yo estaba mirando al techo. Siempre me sentí atrás.

Los primeros dos años: aprendiendo danés

En Dinamarca cada quien tiene su círculo y es muy difícil entrar, y más si no sabes el idioma.  No me adapté.

En clase de danés todos éramos inmigrantes. Africanos, Iraníes y Asiáticos. Todos estábamos en lo mismo y todos igual: a nadie le gustaba Dinamarca.

En esos momentos fue que me volví introvertida. Me costó mucho relacionarme con la gente.

Al principio, la persona que aprende un idioma no solo le da miedo hablarlo sino que se cohíbe.

No quieres repetirlo, quieres que te entiendan y gaguear como sea. Se siente uno como un niño cuando aprende hablar que no le entienden. Te sientes frágil, vulnerable, te sientes idiota. Mis amigos de Colombia en 11 y yo aprendiendo colores en otro idioma.

En el colegio: tratando de no existir

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Michelle en Dinamarca

Fue hasta los dos años que fui a una escuela normal. Terminé decimo en Colombia y cursé 11 online. Lo hice pensando que iba poder homologar pero no se pudo y me tocó volver a 9 en Dinamarca.

En el colegio, aunque entendía mucho danés y sentía que lo hablaba bien, que a mí me empiecen a hablar de biología o física en danés es otra cosa.

El primer día fue horrible: hicieron un juego de memorización de nombres en el que las personas se presentaban y decían una palabra relacionada. De esta forma, el siguiente debería repetir los nombres y las palabras clave de cada una de las personas anteriores a él/ella.

Imagínate, yo era la última y tenía que recordar todo, y aparte que los distintos acentos no los entendía bien.

-El danés que aprendí fue con un profesor que hablaba despacio, no con una persona que hablaba normal. Es como el inglés que uno aprende en Colombia y el que te toca hablar en el extranjero-

Cuando me tocó, no me acordé de los nombres y me puse roja, roja. Lo único que quería era escaparme. Dije lo que entendí y luego “yo no me acuerdo”. Y claro, todo el mundo mirándome.

El profesor de matemáticas era otro que colocaba a los alumnos a leer los problemas y una vez me tocó a mí, a lo que le dije “no, yo no sé leer”. Y pues él me miro como “ok, no importa” y seleccionó el siguiente.

Y así pasó muchas veces. Me preguntaban y yo callada; sentía que todos me miraban, que estaban detrás mío. Lo peor de todo fue que aunque siempre fui la mayor, no sabía y no entendía nada. Me sentía bruta… me sentía muy mal.

Traté de no existir.

Además, como yo tenía 18 años y los otros estudiantes 14-15, su mentalidad era de “vámonos a tomar y a fumar” y mi vida iba por otro camino. Yo ya estaba pensando en qué hacer con mi vida, en qué hacer para salir de esta situación.

Fueron años que no quise registrar en mi vida. Vivía aburrida, no me sentía motivada por nada. La mejor descripción: me sentía mosco en leche. El hecho de no saber pertenecer, solo un inmigrante lo puede entender.

Me quiero devolver a mi país

Mi madre llegó a Dinamarca 5 meses antes que nosotros porque se enamoró y se casó con un danés. Era la primera vez que mi mamá en sus 54 años de vida era  dependiente y eso le dio duro.

Estaba mal, pero cuando hablabamos por Skype yo le decía que tenía que seguir, que era la oportunidad de cambiar nuestras vidas. Yo le decía “ma, usted se tiene que aguantar porque nos tenemos que ir”. Éramos conscientes de la situación económica en casa y la única luz verde era salir del país.

Sin embargo, tres meses después que yo llegué a Dinamarca y viví lo que viví, le dije a mi mamá que me quería devolver. Ella me recordó las muchas veces que quiso botar la toalla y yo le dije que no. Entonces claro, como me iba a rendir si ella se aguantó por mí y mi hermano.

A veces el miedo motiva más que el coraje

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Graduación de la universidad

Las fuerzas salieron del miedo al fracaso y al establecimiento de metas.

Y aunque me quería ir, sentía que si lo hacía hubiera sido como ‘fracasé’. Ahí sí que me importó lo que pensaba la gente. Regresar a Colombia y que me dijeran como “Michelle y usted ¿qué hace por acá?”.

Tenía miedo a volver a lo mismo con la cabeza agachada, porque mi meta era ir a la universidad. Pueda que no tuviera claro que estudiar, pero quería ir a la universidad.

Me aguanté todo por eso.

Aprendí inglés en esos meses negros que tuve, era un idioma que ya conocía y en Dinamarca lo hablan muy bien. Lo hacía 3 o 4 horas todas las noches en el computador en una de esas páginas de cómo aprender inglés online”.

A los 3 meses lo empecé a hablar, no perfecto pero me podía comunicar.

Durante ese periodo también fue que le tomé amor al deporte (correr era la forma de botar la energía suprimida), escribí con mayor frecuencia y cultivé mi pasión por el cine (a la semana podía llegar a ver de 10 a 12 películas).

Y puedo decir que lo que me salvo fue Dios (me aferré mucho a él) y la escritura. En los momentos de crisis todo el mundo se aferra a Dios. Tu rezas “Señor ayúdame, dame paciencia, que pase esto rápido, que pasen los años rápido”. Dios era alguien que me escuchaba, alguien con quien hablar.

Terminé el colegio e hice ‘bachillerato internacional’ donde se habla solo en inglés con el objetivo de entrar a una universidad de habla inglesa. Luego de un viaje académico a Londres, entendí que sí podía vivir en una ciudad de Europa. Me encantó.

Le dije a mi mamá que quería hacer la universidad en Londres. Ella me ayudó a pagar mi carrera de Estudio Cinematográfico y Escritura Creativa mientras yo trabajaba para mantenerme. No le quería pedir un peso. Ese era mi sueño, mi decisión. Y debía ser responsable.

Crisis de identidad: aceptando lo que soy

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Llegando a Manizales, Colombia

Había capítulos no cerrados en cuanto a mi vida personal, no había aceptado que me había ido. Necesitaba volver a Colombia a cerrar eso: “mi vida cambio, mi vida no está allá, mi vida es esto quiera o no quiera”.

Luego de tres años, en un viaje de 3 meses, regresé y allí me di cuenta cuanto había cambiado. Hasta hoy en día me asombro. Es como si yo hubiera vivido dos vidas en una sola porque la vida de allá es tan lejana…

Vi que mis amigos estaban terminando la universidad y que la vida era la misma en Colombia pero que yo había cambiado mucho porque me tocó. Con mis amigos ya éramos distintos. Empezó con el simple hecho de cómo me vestía. Ya no éramos adolecentes y no estábamos en el colegio donde la vida era un juego.

Pienso muy diferente, muchas de mis costumbres y pensamientos ya no son colombianos. Puedo tener el acento pero mi mente va mucho más allá.

Y no es que me crea más o menos, sino que el choque cultural que viví a los 16 años me obligó a despojarme de muchas tradiciones de mi país, como la forma en la que me relaciono.

De igual forma, al regresar a Dinamarca me di cuenta que tampoco encajaba allí y no podía esperar que los daneses cambiaran porque fui yo la que llegó allá. Me tenía que adaptar.

Al volver hubo paz, dije “listo, estoy aquí en Dinamarca, vamos a verle el lado positivo”, que no era esa m#d@ que yo siempre me creaba. Puede ser frio y con gente seca pero a la vez es un país que tiene una calidad de vida impresionante, te pagan por estudiar; vives bien porque es tranquilo y seguro.

Ahora vivo totalmente agradecida con ese país porque no sería nada de lo que soy. No hubiera tenido la oportunidad de irme a vivir a Londres o de estar aquí viajando como voluntaria.

Mi vida en Dinamarca fue de las experiencias más duras de mi vida pero también de las más enriquecedoras y no cambiaría un día, aunque no lo volvería a repetir tampoco.

Cuando supere la crisis de identidad dije “no soy de Colombia, no soy de Londres ni tampoco de Dinamarca, sino que soy de todo lado”.

Además,  cuando llegué a Londres a empezar la universidad (a mis 23) entendí que a pesar que mis amigos ya habían terminado, yo tuve la oportunidad de escoger lo que amo, de escoger la ciudad y la universidad donde estudiarlo… no me tenía que sentir atrasada al compararme con ellos (quienes terminaron todo antes que yo).

Haber vivido en Escandinavia me dio la oportunidad de escogerlo todo y eso me llenaba de orgullo. Siento que puedo lograr lo que me propongo. Que el poder de la mente y la visualización es muy poderoso pero tienes que trabajar, tienes que sacrificar… no es que te llegue fácil.

¿Qué sigue ahora para Michelle?

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Con otros voluntarios en Kenia

Después de terminar la universidad en Londres, Michelle regresó a Dinamarca para ahorrar un dinero y empezar su viaje como voluntaria. Viajó a Kenia donde trabajó para una estación de radio/tv, luego a Sir Lanka donde asistió una academia de inglés y recientemente se encontró conmigo en Filipinas.

Estamos a pocos días de viajar a Vietnam donde nos separaremos. Ella empezará otro voluntariado en Hanoi y yo en Hai Phong. Michelle seguirá viajando como voluntaria hasta Mayo para luego empezar a trabajar en cine en España o Latinoamérica.

Michelle tiene planes de empezar su blog de fotografía y su meta más grande es tener una fundación que proteja el medio ambiente.

Le agradezco mucho a Michelle por compartir su experiencia y le deseo todo lo mejor. Sé que seguirá logrando lo que se propone y por acá tendrá siempre las puertas abiertas. Yo más que nadie entiendo lo difícil que fue para ella abrirse y espero que te a ti, que estás leyendo esto, te sirva para salir de las dificultades por las que puedes estar pasando.

Si quieres enviarle un mensaje a Michelle puedes hacerlo dejando un comentario abajito o contactándola directamente a través de los siguientes links.

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Correo: michelle15_05_1@hotmail.com

Facebook: Michelle Valencia Figueroa

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SOBRE EL AUTOR


David Millán P.

Consultor de Becas y Admisiones Internacionales. He ganado 7 becas, me he formado en 8 países diferentes y he asesorado exitosamente a más de 1.000 personas a estudiar en el exterior sin gastar una fortuna y sin endeudarse de por vida.  

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  1. muy lindo artículo, muy divina esta michelle, linda y buena gente, me alegro mucho por ella. Es muy interesante compartir este tipo de experiencias, gracias David, muy bien hecho. El recorrido personal para llegar a lo que somos es muy interesante siempre y cuando no nos suscite envidia : cada uno podemos ser genuino en nuestra propia historia. Buen ejercicio de escritura y de generosidad. ¡gracias!

    1. Gracias Ana! Michelle es genial. Y de acuerdo contigo, cada uno podemos ser genuino y seguro que tenemos todos una gran historia que contar. Un abrazo!

  2. Me cae como anillo al dedo, después de 2 años en Alemania me enfrento con una crisis de no se quien soy y a donde pertenezco, quiero regresar a Colombia y a la vez no.
    Gracias por tu Post!

    1. Hola Camila, me alegra que te haya llegado en buen momento. Tienes una gran oportunidad y espero que puedas sacarle mucho provecho. Saludos!

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