3 horas, 3 minutos y 16 segundos… eso fue lo que me demoré explicándoles a mis papás vía Skype sobre mi decisión de irme de Dinamarca, el país en el que esperaban me iba a radicar.
No era la primera vez que les decía que me iba a viajar por más de 11 meses, ni la primera vez que no me entendían, pero si fue la primera vez que podía ver en sus caras preocupación y desespero.
Muy seguramente fue porque resultaron enterándose de otros medios y no de mi propia boca acerca de mi repentina decisión de dejar los trabajos de oficina para viajar como voluntario por tiempo indefinido..
No fue la mejor movida pero ya estaba hecho y tenía que solucionarlo.
Hoy: Mejores Posibilidades
Nuestros padres nacieron por lo menos dos décadas antes que nosotros, fueron criados con otras ideas y prioridades, y sus oportunidades de viajar al exterior se limitaron, entre otras cosas, por los altos costos y la falta de información.
Cuando nunca hemos viajado solos y tampoco nadie de nuestra familia, es normal que nuestros padres reaccionen un poco escépticos a la idea y que nos cuestionen varias de las cosas que planeemos.
Lo hacen porque siempre quieren lo mejor para nosotros. Sin embargo, los miedos y creencias con los que crecieron hacen que vean nuestros planes como locos o imposibles. Pero no debemos dejar que esto nos impida salir adelante, sino al contrario, es una señal de que debemos hacer algo para incrementar su confianza y su apoyo.
Decir “Me voy!” por primera vez
Antes de contar cualquier cosa, lo mejor es reunir tanta información como sea posible y preparar de forma estructurada lo que vamos decir. Cuando les dije a mis papás que quería aplazar el segundo año de la universidad para ir a Londres a aprender inglés y viajar solo por primera vez me funcionó mucho:
- Mencionarles como la experiencia me iba a hacer crecer como persona y como profesional. Hacerlos caer en cuenta que esto no era un alto en el camino, sino un paso que me llevaría más lejos.
- Mostrarles la importancia y el sentido de urgencia. En mi caso, necesitaba inglés para graduarme de la universidad y a pesar que lo había estudiado mucho, todavía tenía miedo de hablarlo.
- Hacerlos sentir como me sentía: quería viajar, ver nuevos horizontes y vencer mis miedos de una vez por todas, quería hablar inglés!
- Mencionarles los conectados que íbamos a estar a pesar de la distancia, pues gracias a las tecnologías de la información es como si nunca nos fuéramos de casa. De hecho, la distancia nos coloca más cerca.
- Ser claro con los recursos que necesitas, cómo planeas cubrirlos y cómo vas a vivir…. Mejor dicho, contarles que no te vas a morir de hambre y que estás dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de vivir esa experiencia.
- Traer a la conversación por lo menos un testimonio de alguien (mejor si es cercano) que ya hizo lo que planeas y mencionar cómo el viaje le ha servido a él/ella a alcanzar los puntos que mencionaste anteriormente.
- Pasar a la acción y demostrarles que vas en serio. Luego de haberles dicho todo lo que quieres y haber recibido incontables preguntas y comentarios de poco convencimiento, lo mejor es empezar a hacer! Demuéstrales con tus acciones que empezaste a ahorrar, que has cambiado tus hábitos y te estas preparando para algo más grande.
Lo que esperan vs lo que quieres
Volviendo al inicio, habían pasado 6 años después de mi viaje solo a Londres. Quería empezar mi nueva travesía con la mente tranquila y con honestidad hacia mis padres.
Planeaba contarles todo personalmente en el viaje al Este de Europa al que los había invitado. Sin embargo, la vida dio un giro y resultaron enterándose acidentalmente por el blog que se hizo público un mes antes de lo planeado: me iba de Dinamarca sin tiquete de regreso.
Dejé todo para el último momento porque sentía que no quería defraudarlos.
Decirles que no estaba contento y que no iba a formar una vida en Dinamarca como esperaban, era para mí traerles preocupación y tristeza.
Está bien cuando las personas prefieren contarle todo a su familia y tratar de buscar apoyo en sus consejos, pero yo sentía que tenía que armar esto solo porque era algo que hasta a mí mismo me costaba creer que fuera a pasar.
No quería desviarme por miedos o preocupaciones de mis más queridos. Dejaría de vivir como los demás esperaban de mí y empezaría a hacerlo como sentía era lo correcto.
Decirle la verdad a tus padres
Ahí estábamos, mamá e hijo cara a cara en sus pantallas. Lo que empezó como la usual conversación “¿Cómo te ha ido en el trabajo?” había pasado a un preocupante “¿Por cuánto tiempo piensas vivir así David?”.
Lo inevitable estaba pasando… era el momento más honesto que tendría con mis padres: “Mamá no soy feliz” le dije con voz temblorosa. “Dinamarca es un país que me ha enseñado muchas cosas, entre ellas que todavía tengo mucho por vivir y por aprender… no lo voy a hacer en un puesto de oficina” le expliqué.
Me desahogué, le conté como me sentía. Era como si me estuviera quitando un peso de encima, estaba siendo yo. Uno a uno le conté el qué, el porqué, el cómo y el quién ya lo había hecho.
La preocupación de mi mama se convertía en entendimiento y consecuentemente, con lágrimas en los ojos, aprobaría mi decisión. “Son cosas que mi generación no creía posible y ahora me siento orgullosa de que tu tengas la valentía de hacer” finalizó.
Mi papá se unió al Skype más tarde y junto con mi madre le explicamos lo que estaba pasando. Nunca había tenido una conversación tan larga y tan autentica con mis padres. La verdad nos hace libres y el apoyo de nuestros padres nos hace fuertes.
Nuestra felicidad es la felicidad de nuestros padres, ¡recordémoselo!
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